Hace siglos, en el corazón de México, el agave azul era considerado un regalo de los dioses. Los pueblos indígenas, como los Teuchitlán, ya utilizaban su jugo para crear una bebida fermentada, empleada en ceremonias sagradas. Sin embargo, fue en el siglo XVI, con la llegada de los conquistadores españoles, cuando se comenzó a destilar el agave, transformando esa antigua bebida en lo que hoy conocemos como tequila.
En 1600, Don Pedro Sánchez de Tagle, en Tequila, Jalisco, perfeccionó el proceso de destilación, convirtiendo el agave en una bebida más refinada. Desde entonces, el tequila empezó a crecer, primero en México y luego en el resto del mundo, como un símbolo de la tradición y cultura mexicana.
A lo largo de los siglos, las destilerías crecieron y el tequila se consolidó como una bebida que representa la historia, el trabajo y la pasión de México. Hoy, cada botella cuenta una historia de su gente, su tierra y su agave.